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Hoy hace diez años que la sonda New Horizons sobrevoló Plutón para descubrirnos un ex-planeta lleno de complejidad
Hoy se cumplen diez años del sobrevuelo de Plutón por parte de la sonda New Horizons de la NASA. Cuando la lanzamos era la primera sonda al último planeta. Sólo que por el camino Plutón fue degradado de planeta a planeta enano. Pero aún así nos descubrió un mundo lleno de complejidad y detalles.
Plutón en alta resolución y a todo color – NASA/JHUAPL/SwRI
Y es que tras quince meses de descarga de datos aprendimos que
- La complejidad de Plutón y sus satélites es mucho mayor de lo que esperábamos.
- La cantidad de actividad actual en la superficie de Plutón y lo jóvenes que son algunas de sus superficies son simplemente sorprendente.
- Las brumas en su atmósfera y que esta se escape al espacio a un ritmo menor que el previsto ha puesto patas arriba los modelos que manejaban los científicos hasta el sobrevuelo.
- El enorme cinturón tectónico del ecuador de Caronte sugiere que en el pasado lejano un océano de agua se congeló en su interior; otros datos aportados por la New Horizons indican que Plutón podría tener un océano de agua interno en la actualidad.
- Todas las lunas de Plutón a las que hemos podido poner edad gracias a los cráteres de su superficie muestran la misma edad, lo que sugiere que se formaron al mismo tiempo en una colisión entre Plutón y otro planeta del cinturón de Kuiper hace mucho tiempo.
- La mancha roja que cubre el polo norte de Caronte es algo que no habíamos visto nunca en el sistema solar y puede ser el resultado de gases de la atmósfera de Plutón que escaparon de ésta y que se depositaron en la superficie de Caronte.
- El glaciar de nitrógeno con forma de corazón de la superficie de Plutón, informalmente bautizado Sputnik Planum, es el glaciar más grande que conocemos en el sistema solar, con 1000 kilómetros de ancho.
- Plutón parece experimentar grandes cambios en su presión atmosférica y hay señales de que en el pasado probablemente había líquidos en su superficie, algo que sólo hemos visto hasta ahora en la Tierra, Marte y Titán.
- El que la New Horizons no haya encontrado ninguna luna más aparte de las cinco ya conocidas en órbita alrededor de Plutón ha sido toda una sorpresa.
- La atmósfera de Plutón es azul.
La New Horizons no llevaba combustible a bordo como para entrar en órbita alrededor de Plutón, así que tras pasar a una distancia mínima de 12.500 km de su superficie siguió su camino hacia los confines del sistema solar.
Pero como todos los sistemas de a bordo seguían funcionando su trayectoria fue convenientemente modificada para que sobrevolara Arrokoth en el cinturón de Kuiper, del que también envió copiosos datos.
Y como allí tampoco se pudo parar hoy en día está ya casi al doble de distancia que Plutón mientras sigue utilizando sus instrumentos para explorar las zonas más remotas del Sistema Solar.
Desde el control de la misión estiman que su generador térmico de radioisótopos debería permitirle seguir en funcionamiento hasta la década de los 2030. E incluso dicen que podrían sobrevolar algún otro astro si aparece alguno «a tiro».
Lo malo es que la administración Trump quiere cargarse la misión. Entre muchas otras.
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Los bucles de inducción antisubmarinos, unos trozos de cable que permitían detectar el paso de submarinos enemigos gracias a las leyes de la física
Acabo de descubrir los bucles de inducción antisubmarinos, unos dispositivos que apenas con nada más que unos cables y un voltímetro eran capaces de detectar la presencia de submarinos sumergidos.
Fueron una invención del físico Alexander Crichton Mitchell, quien tuvo la idea de que, en virtud de la ley de inducción electromagnética de Faraday, que básicamente dice que si mueves un imán cerca de unos cables en estos se generará un voltaje, un submarino, con todo el metal que lleva, haría lo mismo al pasar cerca de unos cables tendidos sobre el fondo marino.
Unas pruebas levadas a cabo en agosto de 1915 en el fiordo de Forth demostraron que el paso de un submarino por un cable formaba un bucle de inducción que provocaba una tensión de aproximadamente un milivoltio, detectable por un galvanómetro lo suficientemente sensible.
Así que cuando el Almirantazgo cayó en la cuenta de lo que tenían entre manos fueron instalando varios de estos bucles en distintos lugares a partir de la primavera de 1918. La idea era proteger los accesos a puertos y bases con ellos. O colocarlos en sitios más o menos estrechos por los que se podía intentar colar un submarino.
Una instalación típica tenía un par de bucles de unos 180 metros de ancho y hasta unos 4.500 metros colocados lado a lado para dibujar –más o menos– la forma de un campo de fútbol y conocidos como el bucle externo y el bucle interno. Aunque nada impedía instalar varios bucles para cubrir zonas más grandes de las que podía cubrir uno solo.
Estaban conectados a una caseta en tierra en la que había una resistencia variable que permitía ajustar el voltaje generado en uno de los bucles para que fuera igual al del otro. Y pronto, además, por amplificadores de válvulas que permitían aumentar el escaso voltaje inducido para que fuera más fácil de detectar.
Los dos bucles permitían detectar la dirección de movimiento del submarino, ya que primero uno y luego otro generaban el voltaje inducido. Además, cuando el submarino pasaba por el punto en el que los dos bucles estaban juntos el voltaje generado era el doble, así que era posible saber cuándo pasaba por ese punto.
Los cables eran en realidad muy similares a los cables de comunicaciones submarinos, con varias hebras de hilo de cobre en el centro cubiertas por varias capas de aislante y materiales de protección, de las que la más exterior solían ser hilos de hierro que rodeaban todo el conjunto.
Al producirse una detección, y una vez determinado que no se trataba de un submarino amigo –que, por otra parte, pasaría sin sumergirse, así que no solía haber muchas dudas– se podían enviar embarcaciones con cargas de profundidad para intentar cazarlo. O, en algunas instalaciones como la de la base de Scapa Flow, se podían activar minas de forma remota. De hecho el submarino alemán UB-116 resultó dañado por una de esas minas y luego hundido por cargas de profundidad tras ser detectado por un bucle de inducción. Fue el último submarino alemán hundido por los aliados antes de que se firmara el armisticio.
Los bucles se siguieron utilizando hasta algo después de la Segunda Guerra Mundial. Pero hace mucho que han caído en desuso, sustituidos por detectores de anomalías magnéticas (MAD por sus siglas en inglés) montados en aviones o helicópteros. Estos dispositivos lo que hacen es, como su propio nombre indica, detectar las variaciones en el campo magnético de la Tierra que provocan los metales ferromagnéticos del submarino. Tienen la enorme ventaja de que te los puedes llevar a dónde crees que puede estar el submarino en lugar de tener que esperar a que el submarino pase por dónde tú crees que va a pasar.
Aunque su espíritu vive, por ejemplo, en los detectores de metales que se usan para detectar minas antipersonales enterradas u objetos perdidos en una playa; o en los arcos detectores de metales de los aeropuertos y similares.
Lo que se puede ver todavía son restos de muchas de estas instalaciones, ya sean las casetas de control o los cables propiamente dichos, que en muchas playas están perfectamente a la vista sobre la arena, como se puede ver en el vídeo de arriba.