Sindicador de canales de noticias
Development » Deprecations #2225 (stable)
Development » Ignored Test Scan #2868 (stable)
Development » SpotBugs #2661 (stable)
Development » Packages #2568 (stable)
Test Releases » bobjacobsen #235 (stable)
Ya hay que ser cerdo para arrojar miles de barriles radioactivos al fondo del Atlántico, pero es algo que se consideraba normal hasta hace unas décadas
Recientemente se identificaron 3.300 barriles con deshechos nucleares por parte de una expedición científica francesa en el fondo del Atlántico, más cerca de hecho de Galicia que de Francia. A raíz de esto Sabine Hossenfelder, nuestra física teórica de cabecera –ahora metida a youtuber de noticias científicas noticiosas– ha hecho un vídeo sobre cómo era hasta hace poco la situación, algo que a mi me ha indignado cada vez más a medida que lo iba escuchando.
El caso es que los barriles encontrados están a 4.000 metros de profundidad, pero ya se han podido detectar fugas de lo que probablemente es el aglutinante utilizado para sellarlos. De momento no hay señales de fugas radioactivas, pero se han recogido muestras de agua, sedimentos y fauna marina para analizarlas en el laboratorio.
Vigilando el fondo del marEn todo esto está trabajando una misión llamada NODSSUM (Nuclear Ocean Dump Site Survey Monitoring), cuyo objetivo es cartografiar y estudiar las zonas donde, entre los años 1946 y 1993, varios países europeos —Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, Suiza y posiblemente Francia— vertieron legalmente más de 200.000 barriles de residuos radiactivos al mar. Algo que hoy en día nos puede parecer más propio de Cerdolandia, pero que durante décadas se consideraba una «solución barata y conveniente». Shit yourself, little parrot.
Esta práctica se prohibió en 1993, gracias a $deity. Que se sepa, los residuos arrojados al océano eran de radioactividad baja o media: sus periodos de semidesintegración son de varios siglos, no de milenios. Aunque el riesgo inmediato es bajo, a los científicos les preocupa el deterioro de los barriles y el posible impacto ecológico y la acumulación de partículas radiactivas en la cadena alimentaria. Como dice Hossenfelder: ¿Atunes fosforescentes en el futuro? Pues veremos.
El otro tema indignante es el hecho de que aunque recuperar los barriles es técnicamente posible resulta extremadamente costoso. Pero –atención– más que nada es algo «políticamente delicado». ¿Para qué remover un problema si simplemente puedes hacer como que no existe, ahorrarte debates políticos y pasarle la patata caliente –o radioactiva– a la siguiente generación? Es algo que llamaría demasiado la atención… algo que no siempre resulta conveniente.
Nuestro cerdísimo comportamiento dice mucho acerca de nuestra despreocupación por el medioambiente en el pasado, pero también lo hace acerca del presente y probablemente del futuro. De momento el problema plantea el dilema de si simplemente ignorar lo que ya está ahí abajo o es mejor enfrentarse al trabajo (y al coste) de solucionarlo. Mientras tanto, esos tristes barriles siguen ahí, oxidados, y esperando.
Relacionado:
Microrobots con inteligencia colectiva: fuertes como hormigas, dotados de precisión quirúrgica y además se pueden producir en masa
Un equipo de investigadores surcoreanos han desarrollado enjambres de microrobots cúbicos capaces de colaborar, transportar cargas miles de veces superiores a su propio peso, trepar obstáculos y desbloquear tubos al estilo de las arterias obstruidas. El trabajo parece un gran avance en miniaturización robótica e «inteligencias colmena» y es de esos que acongoja un poco cuando lo ves en acción.
Inspirados en la naturaleza, fabricados en masaCada microrrobot mide 600 micras de alto y se fabrica mediante un molde, resina epoxi y con una imantación programada de neodimio-hierro-boro (NdFeB). Tienen forma cúbica y una mayor área de contacto que los modelos esféricos. Esto además permite que se ensamblen de forma más robusta para las tareas más exigentes. Se pueden producir en masa los perfiles de magnetización ajustados de modo que haya tres tipos distintos de configuración, según las tareas.
Usando campos magnéticos rotatorios, se pueden autoorganizar para:
- Escalar obstáculos de hasta cinco veces su tamaño.
- Lanzarse individualmente distancias 20 veces su longitud corporal.
- Levantar objetos 1.600 veces más pesados.
- Formar balsas que flotan en agua y transportan otros materiales.
- Desatascar conductos, simulando eliminar trombos en arterias.
- Guiar insectos vivos como hormigas o cochinillas, sin dañarlos.
- Regular el acceso a comida de larvas, manipulando su entorno.
Es interesante que el vídeo a diferencia de otros similares está ralentizado porque los movimientos de los microrrobot son muy rápidos, aunque por su tamaño necesitan más tiempo para que a lo que para ellos sería el tamaño «macro», nuestros objetos cotidianos, puedan observarse los cambios.
Aunque el sistema es sorprendente, estos enjambres aún dependen de un campo magnético externo. El siguiente paso será dotarlos de navegación autónoma con retroalimentación en tiempo real, de modo que puedan moverse por espacios confinados como las arterias y ejecutar tareas médicas de forma independiente
La idea de los investigadores es demostrar que es posible lograr inteligencias colmena funcional en tareas complejas. Las aplicaciones futuras abarcan desde cirugía mínimamente invasiva hasta manipulación de organismos y materiales sensibles, lo que abre una nueva frontera en la robótica en miniatura.
(¡Gracias, Juan, por el vídeo… Sí que da miedito!)
Relacionado:





