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El equipo de la Voyager 1 logra recuperar unos propulsores que llevaban veinte años fuera de servicio
Impresión artística de una de las Voyager a toda mecha –56.000 kilómetros por hora– por el espacio – NASA/JPL-Caltech
En 2004 los propulsores que permitían a la Voyager 1 girar sobre su eje longitudinal –aquel a lo largo del cual apunta su antena parabólica– dejaron de poder ser utilizados cuando sus dos calentadores dejaron de funcionar. Al equipo de la misión no le preocupó demasiado porque tenían otro juego de propulsores de repuesto, que procedieron a activar y que la sonda lleva utilizando desde entonces.
Pero veinte años más tarde, con la Voyager 1 aún en funcionamiento, algo que era complicado de prever para una nave lanzada en 1977 para una misión de cinco años, se dieron cuenta de que tenían un problema. Y es que los conductos de combustible de los propulsores de repuesto, en los que es inevitable que vayan quedando restos, estaban empezando a dar muestras de que les quedaba poco para atascarse de todo. De hecho temían que para el otoño de este año dejaran de ser utilizables.
Así que al equipo de la misión no le quedó más remedio que, una vez más, ponerse creativo a ver cómo podían salir del atolladero. Y revisando los datos de 2004 llegaron a la conclusión de que lo mismo a los calentadores no les había pasado nada sino que simplemente por algún motivo simplemente se habían apagado.
Con lo que la idea era volver a activarlos y con ellos los propulsores teóricamente estropeados. Aunque nunca nada es sencillo en una nave espacial. Y menos si está a 25.000 millones de kilómetros de la Tierra, lo que hace que las señales de radio con los comandos tarden algo más de 23 horas en llegarle. Y otro tanto las que envía con las respuestas.
El problema era que en cuanto el equipo de la misión enviara los comandos para reactivar los calentadores y los propulsores la programación de a bordo de las Voyager les da prioridad a los propulsores originales. Por eso, en el caso de que la Voyager 1 necesitara reorientarse, los activaría. Y en el caso de que los calentadores no hubieran funcionado casi con toda seguridad se iba a producir una pequeña explosión al encenderlos tan fríos.
Lo que hicieron para minimizar el riesgo de que esto ocurriera fue orientar la Voyager 1 hacia la Tierra con toda la precisión que pudieron antes de lanzar los comandos de activación… Y cruzar los dedos para que mantuviera la orientación el tiempo suficiente como para poder saber si los propulsores originales habían resucitado pero sin tener que activarlos.
Afortunadamente todo funcionó a la perfección y a la vuelta de los casi dos días necesarios para que llegara el comando de encendido y que volviera la respuesta la telemetría de la sonda indicó que la temperatura de los propulsores «retirados» en 2004 volvía a subir hasta alcanzar sus parámetros normales de funcionamiento.
Claro que por si fuera poco lo de manejar en remoto –en muy remoto– una sonda lanzada en 1977, el equipo de la misión tenía el problema extra de que la estación de la Red de Espacio Profundo (DSN) de la NASA de Canberra, la única que tiene un emisor lo suficientemente potente como para enviar comandos a las Voyager, iba a estar no operativa por mejoras entre el 4 de mayo de 2025 y febrero de 2026. Así que tuvieron que hacer todo esto contra reloj.
Pero como decía hace un par de párrafos, todo ha salido bien, con lo que para cuando en agosto y diciembre de este año la estación de Canberra esté disponible unos días, el equipo de la misión podrá disponer de todos los propulsores en caso de que fuera necesario.
Otro tanto más para el equipo de la misión, que se tiene más que ganado el sueldo.
Aunque de todas formas hay que recordar que luchan contra una realidad inevitable, que es el progresivo agotamiento de los generadores térmicos de radioisótopos que mantienen las sondas en funcionamiento. Eso ha hecho que haya habido que ir desactivando instrumentos poco a poco según su capacidad de generación ha ido cayendo, sin ir más lejos uno en cada sonda en marzo de este año.
Aún así creen que las sondas cumplirán los 50 años en funcionamiento –en septiembre de 2027– con todavía algún instrumento en funcionamiento. Impresionante. ¿He dicho ya lo de que se han ganado el sueldo con creces?
Si te interesa saber más sobre estas incansables viajeras no te equivocarás si te lees el libro Viajes interestelares de Pedro, en el que está todo lo que querías saber y algunas cosas que no sabías que querías saber de ellas.
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Spot the Station elimina sus alertas por correo electrónico y SMS para ver la Estación Espacial Internacional y las pasa a apps móviles
Una de las 10 + 1 cosas que muchas personas no saben acerca de la Estación Espacial Internacional (EEI) es que es posible –y muy fácil– verla desde tierra. Aunque es mucho más fácil si te avisan de cuando podrás verla allá desde dónde estés, claro.
La NASA tiene un servicio llamado Spot the Station que durante muchos años ha permitido recibir alertas de pasos visibles de la EEI por correo electrónico, estés dónde estés, y/o SMS, si estás en los Estados Unidos.
Pero a partir del próximo 12 de junio esas alertas dejarán de funcionar. Aunque serán sustituidas por notificaciones de la app que han desarrollado para Android e iOS.
Recibirlas es tan fácil como instalar la app, darle permiso para enviarte notificaciones, y, si quieres, darle acceso a tu ubicación para que se vaya adaptando a dónde estés. Aunque otra opción es no darle ese permiso e introducir a mano la o las ciudades que te interesan.
Si le das permiso para acceder a la cámara la app también es capaz de mostrarte un gráfico de hacia dónde tienes que mirar superpuesto a lo que tienes delante de las narices. Así que más fácil, imposible.
Hace tiempo que he perdido la cuenta de las veces que puedo haber visto pasar la Estación. Pero me sigue alucinando pensar, cada vez que la veo, que siempre ha habido alguien a bordo desde el dos de noviembre de 2000. Y contando.