Modelismo
Los cuatro instrumentos que le quedan a la Voyager 1 vuelven a enviar datos
Impresión artística de la Voyager 1 en el espacio – NASA/JPL
El pasado mes de noviembre un fallo en un chip de memoria dejó a la Voyager 1 incapaz de enviar datos ni telemetría a la Tierra. Pero desde hace unos días por fin sus cuatro instrumentos vuelven a enviar datos, aunque lo más correcto sería decir los cuatro instrumentos que aún le quedan en activo, pues unos han ido fallando y otros simplemente fueron desactivados porque por dónde va ahora la sonda no tienen uso. Esto es gracias a varias actualizaciones de software realizadas a ni más ni menos que 24.000 millones de kilómetros. Y pico.
El primer problema con el que se enfrentó el equipo de la misión es con que durante muchos meses no sabían qué pasaba con la veterana sonda más allá de que lo que llegaba de ella era basura. Pero a principios de abril sus esfuerzos dieron resultado y por fin pudieron comprobar que el problema estaba en que había fallado uno de los chips de memoria del FDS, el ordenador que prepara la telemetría y los datos de los instrumentos científicos para su envío a la Tierra.
El FDS de las Voyager – NASA/JPL
Una primera actualización de software a finales de ese mes permitió a la sonda volver a enviar telemetría. Otra ejecutada a mediados de mayo permitió empezar a recibir datos del Subsistema de Plasma y del magnetómetro. Y la más reciente, ejecutada esta semana, hizo lo propio con el medidor de partículas de baja energía y con el de rayos cósmicos.
Esto es una grandísima noticia no sólo porque significa que una sonda con más de 50 años de servicio sigue en servicio sino porque estamos recibiendo datos del espacio interestelar, un lugar que sólo hemos alcanzado con la Voyager 1 y su gemela la Voyager 2.
Ed Stone, el científico jefe del proyecto durante 50 años, recién fallecido, no llegó a ver la Voyager 1 de nuevo en funcionamiento. Pero es un gran tributo a su carrera que una de sus «hijas» vuelva a estar dándolo todo.
Las Voyager están en Twitter como @NASAVoyager, aunque la cuenta @NSFVoyager2 también habla bastante por ellas.
El último hombre, una premisa original muy falta de originalidad en su ejecución
El último hombre. Por Mary W. Shelley. Traducción de Lucía Márquez de la Plata. Ediciones Akal, S.A. (13 de julio de 2020). 467 páginas.
Mary W. Shelley es mundialmente famosa por Frankenstein o el moderno Prometeo, que generalmente se le considera la primera novela moderna de ciencia ficción. Pero también es autora de El último hombre, la que probablemente es la segunda. Y ambas son precursoras de temas recurrentes en el género.
Así que empecé a leer con muchas ganas El último hombre. Pero he decir que esperaba más de ella. Mucho más. Porque si bien parte de una premisa muy original para su tiempo me parece que le falta mucha imaginación en la ejecución. Y que le sobra un mucho de culebrón victoriano¹. Además de la mitad de las páginas o así.
La novela cuenta las memorias de Lionel Verney, el último hombre con vida sobre la Tierra. Verney nace en una familia bien de la sociedad británica. Pero pronto, debido a la ludopatía de su padre, y en un giro del guión que Charles Dickens sin duda aprobaría, tanto él como su hermana y su madre se ven abocados a la más abyecta miseria.
Todo el primer volumen de los tres que componen la novela y el principio del segundo están dedicados al culebrón victoriano mediante el que Lionel acaba recuperando su puesto en la sociedad.
Y la verdad es que toda esta historia me sobra bastante. O al menos su extensión. Por mucho que se pueda entender como una crítica a la sociedad británica en la que vivía la autora y una reflexión sobre lo que es la soledad. Y es que hasta que llevas el 40 % del libro –cosas de leer en el Kindle– no aparece la palabra plaga. Y no es hasta casi el 50 % cuando por fin empieza a coger el protagonismo que le corresponde.
Otro problema, además, es que tuve que estar todo el rato recordándome a mí mismo que la acción de la novela transcurre a finales del siglo XXI y no en el XIX. La plaga a la que hace referencia, de hecho, aparece en 2091. Y aquí viene lo de la falta de imaginación en el desarrollo de la idea que da cuerpo a la novela.
No sólo la sociedad británica de finales del siglo XXI que describe es clavada a la de principios del XIX, aunque al menos el país se ha convertido en una república. Es que además el medio de transporte terrestre más popular… ¡Siguen siendo los caballos o los carruajes de caballos! En el mar, los barcos más modernos son barcos a vapor y velas. Y en el aire, globos aerostáticos. Es como si la ciencia y la tecnología no hubieran avanzado nada en casi tres siglos.
Pero es que además la música que se escucha es de autores que Mary Shelley conocía cuyo nombre creo que no hacía falta incluir; bastaba con decir que se escuchaba una sinfonía o un requiem o lo que fuera pero sin nombrar a un autor de hace casi tres siglos en el momento en el que transcurre la novela.
Eso sí, ahora que nosotros hemos pasado por nuestra propia pandemia he de decir que las reacciones que Mary Shelly describe en el texto son inquietantemente prescientes. Todas ellas las hemos vivido.
En fin, que esperaba bastante más de esta novela, que creo que sólo he terminado porque soy bastante reacio a dejar libros.
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¹ Sí, ya sé que la reina Victoria no empezó a reinar hasta 1837. Pero por lo que sea lo de un culebrón guillermiano no tiene el mismo empaque ;)
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